viernes, 28 de marzo de 2025

EN DEFENSA DE LA COCINA, DE LAS FALDAS Y DE LA CIVILIZACIÓN


 EN DEFENSA DE LA COCINA, DE LAS FALDAS Y DE LA CIVILIZACIÓN (O POR QUÉ FREÍR UN HUEVO ES MÁS REVOLUCIONARIO QUE ESCRIBIR UN LIBRO SOBRE LIDERAZGO FEMENINO)

“Una mujer santa basta para sostener una casa, y una casa santa basta para sostener un pueblo.”
— Santa Teresa de Jesús


DEDICADO
A todas las mujeres que han sostenido el mundo sin figurar en ningún currículum.
A las que callan, sirven, rezan y aman con heroísmo cotidiano.
Y a las que lo han olvidado… para que vuelvan.


HAY MUJERES QUE HOY rezan el rosario, comulgan en latín, leen a San Luis María y aún así creen que cocinar es perder el tiempo. Mujeres que aplauden el dogma de la Asunción, pero se escandalizan si uno sugiere que deberían volver a usar falda. Mujeres que proclaman a la Virgen como Reina… pero que consideran humillante tender la ropa, lavar el piso o hacer pan con sus propias manos.

Así están las cosas: las católicas “formadas” ya no quieren formar a nadie. Ni almas, ni hijos, ni pasteles.


I. LA MODERNIDAD NO EMPEZÓ EN LAS UNIVERSIDADES, SINO EN LA COCINA VACÍA

La Revolución no llegó con fusiles, sino con microondas. El día en que la madre dejó de servir la comida, y comenzó a pedirla por teléfono, comenzó el derrumbe de Occidente.

“La desintegración de la familia no comenzó en los tribunales, sino en la mesa mal servida.” —Jean Ousset

Hoy todo el mundo llora por la crisis de vocaciones, por la corrupción política, por la degeneración moral. Pero nadie se atreve a decir lo evidente: la caída empezó cuando la mujer dejó el hogar para “realizarse” en tareas que ningún hombre con sentido común hubiera envidiado.

Y así, mientras ellas redactaban políticas institucionales sobre igualdad de género desde un cubículo sin ventanas, sus hijos aprendían a pensar con TikTok, y sus esposos se hacían expertos en recalentar lo que quedaba de su matrimonio.

Porque sí, el alma también se enfría cuando se sirve en platos desechables.


II. EL EGO ILUSTRADO CON VELO Y BLAZER

Una generación de mujeres se ha convencido de que ser ama de casa es algo que se “tolera” cuando no hay otra opción. Y han hecho de su currículum su biografía espiritual. Ya no dicen “soy madre”, sino “soy abogada y además tengo hijos”. Ya no dicen “soy esposa”, sino “soy consultora con especialidad en conciliación hogar-trabajo”.

“Hay más vocación en una madre que canta que en diez activistas que gritan.” —Rafael Gambra

La verdad es esta: se han convertido en hombres mediocres, sin dejar de ser mujeres frustradas.

Van a misa, sí, pero no oyen la música del hogar. Hablan de castidad, pero no tienen idea del pudor. Rezan novenas, pero no saben coser un botón. Admiran a Santa Mónica, pero les parece un desperdicio quedarse en casa cuidando a un hijo que —¡horror!— aún no sabe leer a Santo Tomás.

Y mientras sus abuelas, con menos estudios, criaban santos, estas nuevas iluminadas apenas logran criar adultos funcionales.

“La mujer moderna quiere hacer todo lo que hace el hombre… menos lo que el hombre hace bien.” —G.K. Chesterton

Conocí a un caballero, hombre letrado y de corazón piadoso, que en un almuerzo parroquial —de esos donde abunda la teología sin sal— se atrevió a lanzar una pregunta aparentemente inofensiva:

“¿Por qué no escribís recetas de cocina?” —dijo, dirigiéndose a un grupo de señoras católicas modernas, doctas en cánones y feminismo espiritualizado.

La reacción fue inmediata: lo miraron como si hubiese propuesto reinstaurar la Inquisición. Una de ellas, ofendida, murmuró algo sobre “reducción de la mujer a la cocina”, mientras otra —con estudios en género y angelología— declaró con solemnidad que “las mujeres católicas de hoy están para cosas más elevadas”.

Curioso. Santa Hildegarda escribió recetas, Santa Zita cocinaba, Santa Teresa daba instrucciones para hacer potajes y San Benito organizó monasterios con horarios precisos para preparar el pan. Pero claro, ellas no tenían Twitter.


III. LA COCINA NO ES ESCLAVITUD: ES GOBIERNO LITÚRGICO

La cocina no es el rincón de los subordinados. Es el corazón del hogar, el laboratorio del amor concreto, el lugar donde se convierte el tiempo en pan, y el pan en comunión.

Allí se canta, se reza, se consuela, se forma el gusto, se transmiten historias, y se prepara el ánimo para enfrentar el mundo.

“No hay liturgia sin altar, ni hogar sin fuego. Y el fuego, en la casa, lo enciende la mujer.” —Mons. Henri Delassus

La mujer tradicional no era sumisa, era imparable. Organizaba, cuidaba, mandaba, embellecía, educaba, corregía, tejía, cocinaba y rezaba. Y todo sin quejarse de que “nadie valora su esfuerzo”. No necesitaba validación porque sabía que estaba haciendo lo único importante.


IV. LO QUE SE PIERDE CUANDO UNA MUJER DEJA EL HOGAR

 • Se pierde la primera escuela de virtud.
 • Se pierde la posibilidad de formar el corazón antes que el cerebro.
 • Se pierde la belleza de lo cotidiano: el mantel limpio, la sopa caliente, el olor a hogar.
 • Se pierde el canto en voz baja mientras se barre.
 • Se pierde el orden que sostiene la paz.
 • Se pierde el alma de la civilización.

“El hogar cristiano no es una construcción humana, sino una realidad querida por Dios.” —Pío XII

¿Y qué se gana? Un sueldo que apenas alcanza para pagar terapias familiares, escuelas carísimas que educan contra la fe, y una sensación crónica de culpa que ninguna charla de espiritualidad logra calmar.


V. QUERIDAS CATÓLICAS “FORMADAS”… HAN SIDO ENGAÑADAS

No son más libres. No son más respetadas. No son más felices.

La oficina las ha envejecido antes de tiempo. Los pantalones las han endurecido. El desprecio por la cocina las ha alejado del misterio. Porque el fuego del hogar no es un símbolo cursi: es un altar. Y quien lo abandona, abandona su sacerdocio femenino.

“Dios no dio a la mujer el púlpito, sino algo más alto: el regazo donde los santos aprenden a hablar.” —San Francisco de Sales

No queremos “debatir” esto. Queremos anunciarlo, como un profeta anuncia la lluvia después del desierto.


VI. FINAL (Y SIN POSTRE)

No es una imposición, claro está. Es apenas una sugerencia fraterna, hecha con el aroma de un pan recién horneado y la certeza de que, si el mundo ha perdido el rumbo, es porque vosotras —sí, vosotras— salisteis por la puerta equivocada.

¿Es ofensivo sugerir que escribáis recetas de cocina? Tal vez. Pero más ofensivo es que no sepáis ninguna.

Volved. Volved antes de que no haya a dónde volver. Volved antes de que vuestros hijos os miren como extrañas. Antes de que la Iglesia se parezca más a una ONG que a una madre. Antes de que el mundo termine de quebrarse por falta de mujeres que sepan cocinar, amar, callar y cantar.

Volved con delantal y con gloria. Con falda y con fuerza. Con harina en las manos y oración en los labios.

Volved no porque seáis esclavas, sino porque sois reinas. Y las reinas no desprecian su palacio: lo gobiernan desde dentro.

María no necesitó púlpito, porque su vida entera fue un himno silencioso. Ella cocinó, sirvió, esperó, guardó… y en ese silencio —más elocuente que mil tratados—, se gestó la redención. Por eso es Reina: no porque hablara más fuerte, sino porque escuchó más hondo.

Porque cuando una mujer enciende su cocina con amor, el infierno tiembla.
Y cuando vuelve a su hogar, el demonio pierde territorio.

Oscar Mendez O.

jueves, 27 de marzo de 2025

SI LO COMPRENDIERA...


"¡Oh, qué grande es un sacerdote! El sacerdote no comprenderá la grandeza de su oficio hasta que esté en el cielo. Si él lo entendiera en la tierra, moriría, no por miedo, sino por amor". 

- San Juan María Vianney

miércoles, 26 de marzo de 2025

COMPOSICIÓN ADITIVA


En la Sagrada Familia de Barcelona se encuentra esta curiosidad que permite que cualquier suma, ya sea horizontal, vertical o transversal, dé como resultado la edad que alcanzó N.S. Jesucristo: 33.


martes, 25 de marzo de 2025

25 DE MARZO: LA ANUNCIACIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA Y ENCARNACIÓN DEL VERBO


La fiesta de hoy nos recuerda el gran acontecimiento de la historia: la Encarnación del Señor en el seno purísimo de una Virgen. En este día el Verbo se hizo carne, y se unió para siempre a la humanidad de JESÚS. El misterio de la Encarnación merece a María Santísima su título más hermoso, el de «Madre de DIOS», en griego Teotokos nombre que la Iglesia oriental escribía siempre con letras de oro, a manera de preciosa diadema en la frente de sus imágenes pintadas y en sus estatuas. «Colocada en los confines de la Divinidad», pues suministró al Verbo de DIOS la carne a que hipostáticamente se unía, la Virgen fue honrada siempre con culto supereminente llamado de «hiperdulía»: el hijo del Padre y el hijo de la Virgen se convierten naturalmente en un solo y mismo Hijo, dice San Anselmo; y siendo desde entonces María Virgen la reina del humano linaje todos debemos de venerarla. 

Ya que el título de Madre de DIOS hace a María Plenipotenciaria, pidámosle interceda ante Nuestro Redentor, para que por los méritos de Su Pasión y Su Cruz, lleguemos a la gloria de Su Resurrección. Que así sea.

MEDITACIÓN SOBRE LA ANUNCIACIÓN

I. Hoy, María Santísima es hecha Madre de DIOS; su humildad y su pureza le han valido este inefable honor. ¡Cuánta alegría me da, oh divina María, veros elevada a tan alto rango de gloria! Y puesto que sois Madre de JESUCRISTO N.S., también lo sois de los cristianos. ¡Ah, cuán consolador es este pensamiento! Sois todopoderosa para socorrerme, porque sois la Madre de DIOS; poseéis un corazón henchido de amor por mí, porque sois mi Madre. También yo, si quiero, mediante la fe y la caridad puedo poseer a JESÚSús en mi corazón. María Virgen ha engendrado a CRISTO según la carne, todos los cristianos pueden engendrarle en sus corazones por la fe (San Ambrosio).

II. Desde hoy, JESÚS es nuestro hermano; el amor que nos tiene lo hace semejante a nosotros, a fin de hacernos semejantes a Él. Viene a la tierra para que vayamos al Cielo. ¡Os adoro, Verbo encarnado en el seno virginal de María Castísima! ¡Quien me diera el poder de haceros una merced tan preciosa como Vos me hicisteis! Oh. Hermano y Redentor amabilísimo, os ofrezco todos mis afanes y mis obras , todo mi ser.

III. María Purísima es nuestra Madre, JESÚS nuestro Hermano: ¿somos dignos hijos de María Inmaculada, dignos hermanos de JESUCRISTO N.S.? María Santísima es totalmente pura, humilde y obediente: ¿posees tú esas virtudes? NS JESUCRISTO en todo busca la gloria de Su Padre y la salvación de las almas: ¿estás animado tú del mismo celo? ¿No tendría motivo JESÚS para quejarse y decir a su Madre amada: Los hijos de mi Madre han combatido contra mí? (Cantar de los Cantares).

ORACIÓN

Oh DIOS y Señor Nuestro, que habéis querido que Vuestro Verbo se encarnase en el seno de la bienaventurada Virgen María en el momento en el que al anunciarle el Ángel este misterio, Ella pronunció su «Fíat», conceded que nuestras plegarias, mientras honramos a la que firmemente creemos que verdaderamente es Madre de DIOS, obtengan el auxilio de su intercesión junto a Vos.

Por JESUCRISTO N.S., Amén.

sábado, 22 de marzo de 2025

LA NORMA NO HACE EL BIEN; EL BIEN HACE LA NORMA


EL ORDEN QUE AMA

Hay una música que no fue escrita, pero que resuena en cada estrella. Una melodía anterior al tiempo, más firme que las piedras y más sutil que el viento. Esa música es el orden divino.

Y lo primero que hay que decir, con la solemnidad de una campana al amanecer, es que este orden no es imposición, sino amor. No es la tiranía de una lógica fría, sino el derrame perfecto de una sabiduría que ama lo que crea y crea lo que ama. Dios no ordena porque quiere ser obedecido, sino porque todo lo que existe tiene un sitio, una forma y un fin. Porque cada cosa debe ser lo que es, y no otra cosa.

EL BIEN ES FUENTE, NO CONSECUENCIA

Por eso, el bien no nace del mandato. Es el mandato el que nace del bien. La ley no es un martillo, sino una cuerda afinada. Dios no decreta arbitrariamente lo que está bien: lo revela. Lo revela como se revela la ley de la gravedad al que cae, o la ley del fuego al que toca la llama. Solo que este fuego no destruye: purifica.

Dios, que es orden eterno, no manda por voluntad de poder, sino por perfección de ser. Y la ley —la verdadera ley, la que arde como un astro fijo en la bóveda del alma— es simplemente el resplandor de ese orden en la inteligencia del hombre. No es una regla que impide: es una forma que revela. No es una cadena que amarra: es un mapa que guía.

LA NATURALEZA ORDENADA DEL HOMBRE

Y es ahí donde se muestra el pecado por lo que es. No un acto de simple desobediencia, como si Dios se irritara por un incumplimiento administrativo. Sino algo más profundo y trágico: un acto de desorden voluntario, un rechazo del bien inteligible, una traición a la naturaleza misma del hombre. Porque el hombre fue hecho para algo. Tiene un fin. No es una hoja arrastrada por el azar, sino una criatura racional orientada al Bien, hecha a imagen de la Sabiduría.

Pecar, entonces, no es transgredir una instrucción, sino desviarse del fin. Es, como decía el Aquinate, aversio a Deo et conversio ad creaturam. Y no por casualidad, sino por una elección torcida del alma, que pudiendo seguir la luz, elige la sombra.

Dios no impone ese fin. Lo imprime. Como el escultor que no obliga a la piedra, sino que la libera. Como el músico que no domina las notas, sino que les da su lugar. Así es el orden divino: no es tiránico, sino generoso. No constriñe: define. No reduce: eleva.

LA LIBERTAD SEGÚN EL FIN

Nuestra época —tan orgullosa de su libertad y tan confusa sobre su sentido— ha invertido todo. Piensa que la ley es un límite impuesto desde fuera, y no la expresión de lo que somos por dentro. Cree que obedecer una norma es abdicar de la libertad, cuando en realidad es su condición. Pues solo es libre quien es libre para el bien, como solo es rápido el tren que sigue los rieles.

El pecado, en cambio, promete libertad pero da vértigo. Promete vuelo pero suelta las alas. Es, en el fondo, un acto contra el ser. Contra el propio ser. Es elegir no ser lo que fuimos llamados a ser. Es traicionar la arquitectura secreta del alma, que fue hecha para amar, para conocer, para adorar.

Por eso, toda ley verdadera no es un invento, sino una ventana. Nos muestra el mundo tal como fue pensado. Y toda moral verdadera no es una lista de deberes, sino un eco del Bien primero que da forma a todo lo que vive.

CONCLUSIÓN: PECAR ES PERDER LA MÚSICA

La norma no hace el bien. El bien hace la norma. Y no por lógica humana, sino por irradiación divina. La ley no es el principio: es la consecuencia. La raíz es el Amor, y la rama es el orden. Dios no manda cosas buenas: las cosas son buenas porque brotan de Él.

Y el que peca no rompe una regla. Rompe el lazo con su fin, la línea que lo unía con su plenitud. Se aleja de su forma verdadera, como un templo abandonado, como un canto que se desvía de su tono.

Lo más trágico del pecado no es que ofende a Dios como un súbdito ofende a un rey. Lo más trágico es que rechaza al Dios que quiso que fuéramos felices siendo lo que somos.

Y lo más glorioso de la ley divina no es que castiga, sino que indica el camino hacia la perfección.

OMO

jueves, 20 de marzo de 2025

EL DEBIDO CUIDADO DE LAS PARTÍCULAS CONSAGRADAS


Un detalle muy bello y reverente de la misa tradicional es la forma en la que el sacerdote toma el cáliz durante la consagración:

Mantiene unidos sus dedos índice y pulgar de ambas manos pues son los dedos con los que previamente tocó la Hostia consagrada, para evitar de ese modo la caída de partículas.

La debida reverencia a la presencia real de Cristo en la Eucaristía es un deber de todo católico y en la misa tridentina esto queda muy claro.


miércoles, 19 de marzo de 2025

EL TRÁNSITO GLORIOSO DE SAN JOSÉ



En la quietud de la casa donde el adobe susurra,

reposó el hombre de la madera y la palma,

con el rostro sereno, bajo la mirada infinita,

del Hijo que un día le dio vida.

Su alma se elevaba,

como fragante incienso,

y la paz en su ser era el eco de la eternidad.


Sus manos, gastadas por el peso del tiempo,

se entrelazaban en silenciosas oraciones,

como raíces que buscan la tierra profunda,

cercanas al sueño del amor eterno.

En ellas, el sudor de la verdad,

en sus dedos, el latir de un Dios hecho carne.


Los ojos, dos llamas suaves,

testigos de un amor sin fronteras,

en su pecho latía la paz que venía

del mismo aliento de la creación.

Y en su mirada, se posaba el eco

de todos los siglos por venir.

Él, el hombre justo, el guardián del Verbo,

bajo el techo de la humilde Nazaret.


A su lado, la Virgen,

la que cuidó con ternura cada paso,

en su mano, la dulzura de la vida,

y en su alma, la promesa cumplida.

El Hijo, el Salvador,

reposaba en su regazo,

mientras José, en su silencio,

sabía que el peso del mundo

había recaído en su hombro.


Recuerda, José, los caminos de antaño,

el viaje hacia Belén, la estrella guiando,

y la huida en la sombra,

donde los sueños fueron voces que salvaron.

La tienda de lona, la pobreza humilde,

el ángel susurrando en la noche callada.

Un hombre sencillo,

con el corazón lleno de fe,

pero con los ojos abiertos al misterio divino

que habitaba en su casa.


Y en el taller, el martillo resonaba,

y el chisporroteo del fuego

era el canto del sacrificio,

del sacrificio de vivir para otro,

de estar en la sombra,

al servicio de la luz.


El lecho se hace más pesado,

el aliento de José se va tornando lento,

y los ángeles, sin poder retener su emoción,

se asoman al umbral,

casi tocando su alma.


La Virgen mira a su esposo con ternura infinita,

el Cordero levanta la mirada,

y en ese instante,

la gloria que los cielos aguardaban

se hace tangible.


—“Padre mío”— dice el Hijo,

“tu justicia es mi camino,

tu fe ha sido la columna

que ha sustentado la tierra.”

Y José, con voz quebrada,

responde al Hijo de la Promesa:

—“Hijo mío, mi gloria es tu mirada,

mi vida ha sido testigo de tu luz.

No soy más que polvo,

pero en Ti hallé mi todo.

Has sido mi razón,

y mi ofrenda es tu voluntad.”


José mira, por última vez,

la luz que entra por la ventana,

el sol se alza con fuerza,

y una paz profunda cubre la habitación.


Los cielos se abren,

el resplandor del Espíritu Santo inunda el cuarto,

y un coro de ángeles canta en su honor.

José, el padre adoptivo,

el hombre que fue grande en su humildad,

se duerme en la paz del justo.


Y mientras su alma asciende hacia el Trono del Cordero,

la gloria lo envuelve como un manto resplandeciente,

y todos los cielos, en su magnificencia,

lo aclaman como el protector de la Sagrada Familia.

San José, ya glorificado,

se sienta a la derecha del Rey,

en un trono eterno, más grande que cualquier corona,

cuyo resplandor brilla más allá del sol

y cuyo nombre es pronunciado con reverencia

por todos los ángeles y santos del cielo.


OMO

martes, 18 de marzo de 2025

SAN JOSÉ, PATRÓN DE LA BUENA MUERTE.


Oh mi Santo protector, glorioso Patriarca San José, que estando en el lecho de vuestro dulce tránsito os visteis rodeado de ángeles y asistido de su Rey, Cristo Jesús, y de su Reina, la Santísima Virgen María, esposa vuestra, y que con esta amabilísima compañía salisteis en una paz celestial de esta miserable vida, alcanzadme la gracia de perseverar en el bien hasta que muera reclinado en vuestros brazos. Sí, santo mío, por aquella dulce compañía que Jesús y María os hicieron hasta la hora de vuestra muerte, protegedme en la mía hasta que me vea con Vos en el Cielo.

Amén.